En medio de una de las más complejas crisis humanitarias que ha vivido Venezuela en su historia republicana, y a un año de abrirse la puerta a un proceso electoral que puede ser un escenario para la resistencia y el cambio pacífico, algunos se preguntan si estamos llegando a una etapa de desinterés de los ciudadanos por los grandes temas políticos del país. Hay personas que se preguntan si la resignación es la moneda de canje de una ciudadanía abocada a una supervivencia aislada y egoísta.
Nuestra experiencia en las comunidades, junto a nuestros líderes, nos señala todo lo contrario. La gente está en la calle, movilizada, exigiendo soluciones a los responsables de la crisis, luchando por sueldos dignos y mejores condiciones de vida, reclamando al Estado que cumpla con sus compromisos, organizándose en la búsqueda de soluciones concretas a los problemas que los acosan. El venezolano está activo, mostrando que existe la posibilidad de conectar la sed de cambio político y las ganas de votar, con los grandes problemas que nos acosan en nuestro día a día.
En Venezuela hay una vocación política clara, que no se expresa por los mismos medios de hace diez años, que no acude a los foros radicales en redes sociales, que ha renunciado a la confrontación estéril y que no le rinde culto a los líderes caudillistas. Una vocación política madura, consciente de las grandes dificultades que tiene por delante ante la pérdida de las libertades democráticas, una convicción por el cambio que espera a un liderazgo real, que se construya de abajo hacia arriba, que acompañe a los ciudadanos en sus luchas, que le hablen con la verdad propia de adultos que se respetan mutuamente. Que esperan que sus dirigentes políticos conecten con verdadera empatía y menos pose con una realidad compleja, contradictoria y dolorosa para muchos.
A más o menos un año de las próximas elecciones en Venezuela, una fecha que nos convoca para la organización de los ciudadanos, un día señalado para la resistencia pacífica y comprometida de millones de venezolanos, la resignación no es el valor que nos representa. Hay una ciudadanía movilizada, responsable, luchadora, que exige un liderazgo con pulso claro y compromiso real por el cambio que todos queremos.
Este ha de ser nuestro compromiso.