La juventud es una etapa del desarrollo humano en el que construimos nuestra visión particular del mundo. Nos armamos de experiencias y conocimientos que nos permitan tomar las mejores decisiones para lograr la manifestación cabal de nuestras potencialidades. En el actual contexto de caos y colapso nacional que vivimos, se afronta esta etapa en medio de profundas desigualdades sociales y distorsiones económicas, bajo un entorno político signado por el autoritarismo y la represión.
Sin duda, la juventud venezolana es uno de los sectores de la sociedad más afectados por la crisis y el modelo actual del régimen, que genera condiciones adversas y destructivas según su visión de empobrecimiento, dependencia y opresión. Ante la pérdida de oportunidades, los jóvenes constituyen el mayor componente de la emigración y los que manifiestan mayor disposición a irse del país. Son el mayor grupo de víctimas de la violencia criminal y estatal. El asedio a universidades públicas y privadas, restringe significativamente sus posibilidades de educación y desarrollo académico. La crisis económica, generada desde el gobierno, es utilizada por este para inducir el ingreso de un mayor número de jóvenes a sistemas de control social como los CLAPs, Carnet de la Patria, Chamba Juvenil, entre otros, e imponer relaciones de dependencia y de lealtad forzada.
En lo político, este hostigamiento puede verse de igual forma en la persecución y represión de líderes de nuevas generaciones en partidos y agrupaciones políticas. Son casos significativos los de los diputados Juan Requesens, Freddy Guevara o José Manuel Olivares, el alcalde de El Hatillo David Smolansky, y otras figuras destacadas como Lorent Saleh. En las manifestaciones masivas ocurridas durante el 2017, la represión del Estado se cobró la vida de decenas de jóvenes en todo el país.
En este marco, es fundamental el generar mecanismos de apoyo y participación para la juventud que brinden herramientas de aprendizaje y posibiliten su articulación con otros sectores sociales. Contrarrestar la narrativa de acoso y dominación oficial con otra de reconocimiento, inclusión y desarrollo, tanto en lo personal como lo colectivo.
En el Movimiento Convive hemos desarrollado programas de liderazgos locales en los que participan un gran número de jóvenes. Muchachos y muchachas que asumen responsabilidades de alto nivel en procesos para dar solución a problemas de sus comunidades, mostrando una enorme voluntad de trabajo social y político. Muchos de estos líderes participan en experiencias para ayudar a menores de edad en situación de riesgo, sirviendo de mentores o apadrinándolos, impidiendo el que sean reclutados por bandas locales o cometan actividades delictivas. Esto también es de enorme importancia en el trabajo de la Red de Atención a las Victimas, en la que la atención y vinculación de los jóvenes es fundamental para el proceso de apoyo y trabajado con núcleos familiares impactados por la violencia.
De igual forma, en la organización Alimenta la Solidaridad realizamos talleres de capacitación y emprendimiento para jóvenes madres, incentivando procesos de aprendizaje y mejoramiento que luego se ven reflejados en la generación de iniciativas propias o derivadas del programa, como Sustento, un servicio de comidas a domicilio. Con Vamos Convive nos articulamos con empresas y grupos del sector privado para generar oportunidades de empleo que permitan el desarrollo y formación personal de jóvenes de sectores populares.
Estos ejemplos reconocen la difícil situación que atraviesan los jóvenes del país no desde la victimización y el asistencialismo, sino desde el asumir que nuestra terrible realidad puede transformarse a través del ejercicio de valores convivenciales, convirtiéndonos cada uno en agente de cambio. El drama que vivimos nos pide la generación de respuestas posibles y efectivas, reconociendo y dándole verdadero valor a nuestros activos y capacidades.
El capital más importante de toda nación es su gente, y los jóvenes representan el futuro de este capital. La salida de la crisis y la refundación de una nueva Venezuela sobre las bases de la convivencia, la democracia y el desarrollo sostenible, tendrán a los jóvenes como actores fundamentales de estos procesos, que sin ellos no podrán ser posibles.