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Primero de Mayo y la esperanza 

Para muchos venezolanos que aspiran a poder vivir de su trabajo honesto, aparece nuevamente la fecha del Primero de Mayo como un hito en el calendario, un día en el que la esperanza se atrinchera con la ilusión de que se tomen las decisiones necesarias para que los trabajadores dispongan de un sueldo digno.

Una aspiración que año a año es traicionada, como lo demuestra la pasiva indiferencia del Estado ante los reclamos de los trabajadores movilizados, la burla de pretender compensar los salarios con bonos entregados de manera arbitraria sin cotizar en las prestaciones sociales y las estrategias emprendidas por el régimen, a través del Instructivo Onapre, con la que se les desconoce décadas de luchas sindicales en toda la administración pública.

Con el paso del tiempo, el Primero de Mayo se está convirtiendo en Venezuela en una fecha que ha perdido su razón de ser, un día donde solo se celebra los protocolos y los gestos vacíos.

Por un lado vemos a un régimen que afirma estar al lado de la clase trabajadora, ser consciente de sus luchas, mientras recibe las bendiciones de los empleados movilizados a la fuerza delante las cámaras de Venezolana de Televisión. En la otra esquina de la realidad, observamos a buena parte de la administración pública sometida al hambre, acosada por grupos violentos en sus protestas, donde sus líderes son detenidos de manera arbitraria y donde la deserción laboral parece ser la única vía que pueden asumir todos los padres de familia responsables. Todo un sainete que convocaría a la carcajada si no fuera tan lamentable la situación a la que están sometidos los trabajadores honestos que dependen del Estado.

La mejora en los salarios no debe estar atada a la buena o mala voluntad del hombre fuerte del régimen. Hemos aprendido que la precariedad laboral está atada a la ausencia de una política económica sensata que apueste al largo plazo, también está vinculada a la supresión de las libertades políticas en el país. Sin libertad sindical, sin garantías para la protesta pacífica, sin estado de derecho que garantice el debido proceso, sin libertad de expresión ni de asociación para ejercer el activismo sindical y político, es imposible defender los derechos laborales. Esto sin olvidar que sin una política económica que contenga la inflación, todo aumento salarial es sal y agua con el paso de las semanas.

Si algo hemos aprendido con las malas noticias en torno a la corrupción en Petróleos de Venezuela y el sistema judicial venezolano, es que el Estado ha dispuesto de recursos suficientes para garantizar salarios dignos, pero fue una decisión política no hacerlo: el dinero siempre estuvo allí, pero era utilizado para financiar a las diversas camarillas que sustentan el poder del régimen. Ni el llamado “bloqueo” ni la corrupción son argumentos creíbles con los que se pueden defender los voceros del poder.

A pocos días del Primero de Mayo, la esperanza no debe estar al lado de la voluntad del poderoso, debe enfocarse en la organización y apoyo a los gremios movilizados en las protestas de los últimos meses.

Debemos estar allí junto a ellos, al lado de los trabajadores de la salud, junto a Mauro y Pablo Zambrano; a la líder sindical Zenaida Figuera de Sunep-Sas; Luis Cano y Carlos Julio Rivera, representantes de pensionados y jubilados; Elsa Castillo y Edgar Machado, líderes del gremio educativo; y junto a todos ellos, los trabajadores, la sociedad civil organizada y los nuevos liderazgos que se construyen de abajo hacia arriba. El esfuerzo coordinado y solidario con nuestros trabajadores en la calle es el mejor tributo que podemos dar en esta fecha. La esperanza debe movilizarnos en nuestras luchas pacíficas por el cambio democrático que quiere la mayoría de los venezolanos. Sólo en democracia, con plenas libertades, se puede comenzar a reconstruir un sistema en el que los trabajadores puedan vivir dignamente y el Primero de Mayo vuelva a ser una fecha importante.