La mayoritaria abstención producida en los fraudulentos comicios del pasado 20 de mayo superó con creces los cálculos de los expertos y analistas políticos. Más allá de las cifras que puedan presentarse, la magnitud del hecho pudo verse y sentirse en todos los rincones del país y fue evidente para Venezuela y el mundo.
El pueblo, el conjunto de los venezolanos pertenecientes a todos los sectores sociales, dentro y fuera del país, se expresó de forma contundente. En el silencio de ese domingo dijimos muchas cosas que son necesarias reconocer y discutir. Sin lugar a dudas, expresan los cambios que hemos atravesado en el marco de la feroz crisis que estamos viviendo y nuestras verdaderas expectativas y necesidades ante la misma.
La manifestación del 20 de mayo se da en medio de una crisis que se encuentra en su momento más álgido. La inmensa mayoría del país, a todo nivel, está sometida a las necesidades de la supervivencia.
Atravesamos emergencias de alimentación, de salud y medicamentos, educativa e hiperinflacionaria. Hay un colapso de servicios básicos de luz, agua y transporte. Salvo contadas excepciones está parado el aparato productivo nacional. Los derechos humanos y constitucionales de la población están siendo violados sistemáticamente por el Estado.
En este marco se produjeron unos comicios presidenciales, impuestos por la ilegal ANC, en condiciones antidemocráticas y desconocidos por la mayoría de la comunidad internacional.
Son varios los mensajes expresados por los venezolanos ese domingo. Se evidenció, de forma palmaria, el rotundo repudio de todo el país al régimen y su modelo. Un repudio que ahora se expresa dentro de las estructuras del poder con empleados públicos que no fueron a votar a pesar de las presiones. Un repudio que se alza sobre los sistemas oprobiosos y clientelares como los del carnet de la patria. La maquinaria de “puntos rojos”, dispuesta masivamente en las zonas populares, no pudo forzar a la gente a avalar con su participación este hecho fraudulento.
Los objetivos de legitimación y muestra de poderío del régimen (tanto hacia lo interno como hacia lo externo) no se vieron cumplidos. Muy por el contrario, Nicolás Maduro quedó expuesto al mundo como un dictador sin apoyo popular. Lo sucedido el domingo lo señala como el principal responsable de una situación de colapso, caos y enorme inestabilidad, sin parangón en la historia reciente, en la que ha embarcado a su país, a su gobierno, a su propio partido.
Por el otro lado, la enorme abstención producida expresa de manera clara la desconexión entre una forma de hacer política y la realidad del país. Las propuestas de los otros candidatos distintos al oficialismo no representaron para la mayoría de los venezolanos una opción real y capaz de enfrentar no ya las circunstancias imposibles del sufragio fraudulento, sino sobre todo las enormes complejidades y dificultades de la situación de crisis nacional.
La postura de no avalar el fraude electoral del Frente Amplio Nacional fue coherente con el momento, pero no puede atribuírsele el ser la causa principal del masivo abstencionismo. Afirmar esto significa desconocer el alto grado de conciencia alcanzado por los venezolanos ante la situación actual y darle continuidad a una actitud de condescendencia, soberbia y desconocimiento que ha sido terriblemente perjudicial para el entendimiento del país y sus circunstancias.
La masiva abstención del 20 de mayo llama a la reformulación de las formas de participación, vinculación y liderazgo político. Un liderazgo que no puede atender a proyectos particulares y estrategias exclusivamente electorales, y que debe articularse de manera efectiva con todos los sectores sociales, dentro y fuera de la estructura de poder: iglesia, universidades y estudiantes, gremios de empresarios y trabajadores, ONGs, sociedad civil, chavismo desilusionado. Un liderazgo que debe priorizar al país y la atención inmediata a la crisis. Que pueda poner en marcha un urgente plan de políticas públicas de emergencia y producir las condiciones para la salida del régimen.
Luego de los hechos del 20 de mayo, nos reunimos el lunes siguiente con los líderes de las comunidades del Municipio Libertador. Era la reunión habitual en la agenda de nuestra red de trabajo, que en esa ocasión tomaba una importancia especial, para conocer las primeras impresiones que líderes y comunidad tenían sobre lo sucedido.
El ánimo no era de derrota o resignación, ni por supuesto, de fiesta y celebración. Todos esperábamos los resultados que arrojaría el fraude y no nos sorprendió. Durante el proceso así lo expresamos en movimientos como #nolollameselección, en los que hicimos una labor de reuniones y foros con las personas concientizando al respecto . Pero en las comunidades ya se reconocía de la actitud generalizada de no convalidación ante el mismo que se produjo aquel domingo. Sabían de antemano el mensaje que con resiliencia y dignidad iba a enviar el pueblo de Venezuela. Un mensaje con una escala y fuerza enormes.
La actitud de los líderes era una muestra de lo que se sentía en las calles aquel lunes. Una actitud de compromiso y responsabilidad para continuar llevando a cabo los proyectos en barrios y urbanizaciones. Una actitud de conciencia para mantener y reforzar el trabajo frente a la terrible crisis en nombre de sus comunidades, de sus familias.
Tal vez este sea uno de los mensajes, que en ese domingo de silencio, resonó con más fuerza: ahora, más que nunca, no vamos a ceder ante la iniquidad de quienes pretenden doblegarnos y destruirnos. Vamos a continuar luchando con las herramientas de solidaridad, sumando fuerzas en el encuentro de todos. Y contra viento y marea vamos a producir los cambios que todos estamos necesitando y que no vamos a pararemos de exigir hasta que se conviertan en realidad.