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Los bastiones de la convivencia

En Venezuela vivimos graves momentos de caos y colapso. La terrible conjunción de la crisis del país, sometido al modelo destructivo del régimen, y los efectos de la pandemia del COVID 19 en lo social y económico, castigan diariamente a los venezolanos.

 

Los testimonios de líderes y voluntarios en las comunidades hablan de la grave situación que estamos viviendo, en la que el hambre, la hiperinflación, la escasez de combustible, el colapso de servicios básicos y la violencia desbordan a las personas. Una de nuestras líderes nos relata: “La comunidad pasa demasiado trabajo, no hay agua, la luz. No hay nada que comer, jamás me imaginé tanta hambre, miseria en mi comunidad y mi país”.

 

En Petare, enfrentamientos entre bandas se han mantenido por más de una semana, en medio del silencio y la inacción de cualquier autoridad. Así lo cuenta una de nuestras madres: “Las Hermanas el día de ayer se fueron de la escuela. Los vecinos se han ido. Ventanas partidas. Puertas violentadas. De noche es una boca de lobos. no dejan encender las luces a los que habitan por allí… Yo vivo en medio de las dos zonas… y vemos pasar las balas… ha sido horrible. Mis niños lloran, nos escondemos. Son horas seguidas de angustia”.
La escasez de combustible ha generado graves trastornos. Se testimonia el maltrato de efectivos asignados al resguardo y control las estaciones de servicio, el tener que hacer colas enormes, desde horas la madrugada o la noche anterior, sin saber si se recibirá el combustible o no, así como el surgimiento de situaciones ilegales en las que se empieza a establecer un mercado negro de gasolina.

 

La actual situación del país es la de un régimen que impone un modelo de represión y sometimiento que busca reemplazar cualquier forma de convivencia. El Estado persigue y hostiga, criminaliza y excluye. Incluso acusa organizaciones que defienden los derechos humanos, como Provea y Cofavic, de ser “enemigos internos”.

 

Pero frente a esta situación debemos resaltar el esfuerzo que la gente, en comunidades y desde grupos de la sociedad civil, realiza todos los días para mantener vivos los valores convivenciales que son atacados todos los días por el poder. Las personas en la calle que a pesar de las dificultades y de la violencia, mantienen en sus vidas la luz de la humanidad y el reconocimiento del otro.

 

Así, frente a la situación de violencia en Petare, se toman medidas para reiniciar actividades cuando cesen los enfrentamientos. Así los afirma Andrés Schloeter: “Hoy con mucho dolor se tuvieron que retirar temporalmente de la escuela para preservar su seguridad. Sin embargo, , estoy seguro que las hermanas volverán con más fuerza a la escuela, nosotros podremos abrir nuevamente las puertas del comedor y todos juntos continuaremos al servicio de nuestra gente”.

 

También lo vemos en nuestro trabajo en iniciativas como Alimenta la Solidaridad en la que vecinos se organizan en cadenas humanas de distribución para poder llevar los almuerzos en diversos sectores de una comunidad en medio de la cuarentena. En sectores de Petare como Santa Lucía, los vecinos generan grupos de apoyo para las personas de la tercera edad que no tienen acceso a alimentos y medicinas.

 

Como nos cuenta una de nuestras madres: “Me siento esperanzada, mi comedor no para y no parará. Me siento orgullosa de formar parte de esta gran familia de Alimenta La Solidaridad. Esto me da ánimo para seguir”.
En zonas como la Vega, la voluntad de continuar trabajando es la fuerza impulsora que ayuda a seguir día a día frente a las dificultades. Así lo cuenta uno de nuestros líderes: “Vivo matando tigres, con la moto me rebuscó. Hay que ser un varón, y como sea hay que resolver. En Propatria, la gente se está organizando ante tanta tragedia, mucha hambre, miseria. No hay agua, luz, el sueldo no rinde, no hay medicamentos. Que su derecho a la vida está pisoteado. Pero lo que seguimos haciendo por nuestros chamos me mantiene en pie de lucha”.

 

Estas son solo algunas voces que expresan la voluntad de superación de los problemas negándose a reproducir la cadena de violencia y subyugación del modelo dictatorial. Frente a la imposición de la violencia, las personas se convierten en bastiones de convivencia y solidaridad, que desde el ejercicio cotidiano de estos valores significan una esperanza cierta de que podremos atravesar la tragedia que hoy nos embarga.