La crisis sistémica, producto del modelo del actual régimen, se ha agudizado a todo nivel. Se deterioran de manera catastrófica las condiciones de vida de los venezolanos. En el plano internacional la situación de Venezuela es caracterizada como de enorme gravedad, con efectos significativos sobre toda la región.
En medio de este cuadro, la imposición de comicios viciados expresa la clara intención, por parte del régimen madurista, de conducir al país hacia una calle ciega de profundización del aislamiento internacional, de agravamiento del caos y el colapso, y de negación de posibilidades de coexistencia y bienestar para los venezolanos.
Es un momento sin precedentes en nuestra historia, con emergencias alimentarias, de salud, hiperinflacionarias y de inseguridad de magnitudes jamás vividas. Pero es también un momento de reconocimiento. Todos los sectores del país están teniendo conciencia del impacto de estas tragedias y, con igual importancia, de la imposibilidad de superarlas exitosamente por separado.
Ningún sector está en capacidad, por sí sólo, de enfrentar la crisis. Su escala y complejidad hacen indispensable el encuentro de todos los integrantes de nuestra sociedad para poder abordarla. Este encuentro debe buscarse y generarse, no se dará por sí mismo sin un esfuerzo conjunto de las partes. En el proceso también deben reconocerse los aspectos que pueden frenarlo, así como las condiciones necesarias para lograr su materialización.
Debemos tener en cuenta los problemas de fragmentación social, desconfianza y desconocimiento del otro, que hemos venido padeciendo como sociedad desde hace años y que son aprovechadas y estimuladas por el régimen. Este ha impuesto una narrativa divisionista y excluyente, de guerra, resentimiento y revanchismo que ha profundizado las fracturas en la convivencia de los venezolanos.
De igual manera debemos replantearnos las formas de articulación, vinculación y participación que conocemos y a las que estamos acostumbrados. La participación a través del voto en un sistema electoral fraudulento o la manifestación y las protestas frente a organismos de seguridad que violentan derechos humanos y constitucionales, deben revisarse en el contexto de la situación antidemocrática que vivimos. A ellas deben sumarse nuevas maneras de acción política en reconocimiento de estas nuevas realidades.
Desde hace semanas venimos reclamando la construcción de un Frente Amplio, ante el agudizamiento de la crisis y la escalada dictatorial expresada en el llamado ilegal a comicios presidenciales. Pero este frente también debe ser una respuesta a la necesidad histórica del país de reencontrarse. No solo desde el rechazo al actual régimen y su modelo, sino desde la convicción de que solo a través del restablecimiento de lazos de convivencia, reconocimiento y respeto podrán garantizarse el bienestar y el futuro de todos los venezolanos.
Se nos presenta ahora un momento impostergable de reunión. Una oportunidad histórica en la que las diferencias converjan alrededor de objetivos comunes y en el que puntos de vista particulares construyan, en conjunto, una visión de país de valores, expectativas y necesidades compartidas.
Voceros de la Conferencia Episcopal, el movimiento estudiantil y Conindustria, entre otros, están llamando a la constitución de este Frente Amplio. De igual forma lo ha hecho la Mesa de la Unidad Democrática, expresando también su intención de desconocer estos comicios ilegítimos y planteado la necesidad de realizar elecciones en condiciones justas, junto con una propuesta de un plan de emergencia que atienda la gravísima crisis del país.
Estas expresiones de encuentro ya han generado respuestas en el régimen, que ha realizado propuestas para aplazar un mes las elecciones, mostrando los alcances y las posibilidades de cambio que puede tener una verdadera unión y articulación de los diversos factores del país. En contraposición, son significativos los efectos de la estrategia de división y exclusión sobre el mismo régimen que la acentúa y fomenta: con la creación del partido oficialista Somos Venezuela y la negativa a la propuesta de “mega-elecciones” se visibilizan fracturas internas y luchas intestinas en el grupo en el poder.
Desde la dirigencia social y política del país debemos abocarnos a la tarea inmediata de consolidación de un Frente Amplio, y nuestros esfuerzos deben estar enfocados a movilizar a los diversos sectores en torno a esta plataforma, en la que todos debemos estar representados. Es sin duda el mayor reto al que nos enfrentamos de cara a la emergencia de la crisis y la imposición de un modelo destructivo y dictatorial. Es también el reto que sin duda nos definirá como ciudadanos y como país.