El proceso de colapso y crisis que el régimen ha desencadenado sobre el país ha generado una grave emergencia de profundas consecuencias en todos los niveles de la sociedad. Servicios básicos y aspectos indispensables de nuestra vida (alimentación, seguridad, salud, educación) han sido afectados trágicamente.
Esto se ha dado en paralelo con la desintegración del Estado, en la que instituciones públicas se han desvirtuado de manera significativa. No solo son ineficientes y en muchos casos incapaces de cumplir sus funciones y deberes, sino que además sacrifican las necesidades de la colectividad en favor de los intereses del grupo en el poder.
Nuestra cotidianidad se ve trastocada en todos los aspectos. Al estar sometidos por un régimen que viene imponiendo un modelo dictatorial, las formas convencionales y democráticas de resolución de diferencias y conflictos a las que estábamos habituados se ven coaptadas y pervertidas. Las fraudulentas elecciones convocadas para el 20 de mayo resultan el ejemplo más claro y deplorable de esto.
La sociedad necesita un cambio, debe buscar formas de salida del régimen y de enfrentar la crisis que este fomenta y aprovecha. La dificultad y el reto de este momento está en que estas las formas de cambio no pueden producirse en las mismas condiciones que en el pasado. Debemos reconocer las diferencias que se han producido y las nuevas y difíciles circunstancias del contexto actual para actuar de manera efectiva y pertinente al respecto.
Desde el liderazgo político y social, estamos llamados a la búsqueda de estas formas de cambio para los graves problemas que enfrenta el país, generando estrategias novedosas que se materialicen en acciones cuyos logros sean visibles y cuantificables. De igual importancia, solo seremos exitosos y pertinentes en la medida en que estas nuevas formas logren articular y afectar, de manera efectiva, al mayor número de sectores de la sociedad.
Se nos presenta ahora un momento crucial y significativo, en que los líderes deben integrarse a la experiencia de las personas y vincularlas de manera integral a los procesos de transformación. El líder no puede ser un caudillo en busca del mayor número de seguidores, sino individuos y grupos comprometidos con el bien común, capaces de proveer herramientas y señalar vías que ayuden a cada persona a convertirse en agentes de cambio.
Acorde a esta visión realizamos, en días pasados, una asamblea de encuentro entre líderes de las comunidades del sector de La Vega y líderes jóvenes de partidos como Primero Justicia, Voluntad Popular y un Nuevo Tiempo entre los que se contaban José Manuel Olivares, Miguel Pizarro, Juan Andrés Mejía, Stalin González y Marialbert Barrios. La experiencia fue de gran importancia en el intercambio entre todos los participantes de visiones y puntos de vista en torno a la situación de crisis y deriva dictatorial del país.
En contraste con el ánimo de desesperanza e impotencia que muchos expresan en medio de la actual tragedia que vivimos, fueron significativas las aportaciones del liderazgo comunitario al expresar un enorme sentido de urgencia desde el voluntarismo y la proactividad. La pregunta de “¿qué vamos a hacer?” surgía a la par de diversas propuestas para realizar acciones y la exigencia de articular respuestas a partir de las personas.
La intervención de Guayú, una de las madres del comedor de La Isla, La Vega, de Alimenta la Solidaridad, fue clara en ese sentido: “lo que estamos viviendo aquí que no se quede aquí, que lo llevemos a la calle, que lo reflejemos, porque lo que estamos viviendo aquí, lo estamos viviendo todos (….) el cambio debemos hacerlo desde nosotros mismos”.
No existen respuestas fáciles frente a la complejidad y dimensiones de la crisis histórica y sistémica que estamos viviendo. Paradigmas y certezas del pasado son cuestionados y sobrepasados, en condiciones extremas que nos sacuden en lo más profundo.
Lo que si podemos asegurar es que las maneras necesarias para afrentarla deberán tenernos a nosotros, la gente, como punto de partida, medio de acción y sujeto protagonista.